El hambre aumenta en América Latina, al igual que sus exportaciones de alimentos

Un total de 45,1 millones de latinoamericanos, o 7,4 % de las personas que viven en la región, estaban desnutridos en 2020. Ese mismo año, la prevalencia de inseguridad alimentaria moderada y severa -falta de acceso físico, social y económico a alimentos seguros y saludables- alcanzó 37,5 %.
En 2021, esas cifras volvieron a aumentar, alcanzando los 49,4 millones de personas, es decir, 8 %, y 38,9 %, respectivamente.
Pero mientras millones de latinoamericanos pasan hambre -o están crónicamente desnutridos- muchos de ellos siguen produciendo alimentos para otros.
Un festín para la agroindustria
Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay, entre otros países de la región, han seguido impulsando la producción y las exportaciones de productos básicos en los últimos años.
En el primer semestre de 2022, las exportaciones agroalimentarias de Brasil, principalmente de carne, soja y café, ascendieron a 79 300 millones de dólares, lo que supone un aumento de 29,4 % y se considera un nuevo récord para el semestre.
Ese crecimiento se ha atribuido sobre todo al aumento de los precios de los alimentos, muy afectados por la interrupción de las cadenas de suministro por la guerra de Ucrania y su influencia en los precios de los fertilizantes y la energía, así como por los efectos de la pandemia.
En el Congreso Brasileño de Agronegocios de 2018, Alan Bojanic, el entonces representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura en el país, dijo que Brasil tenía «las condiciones para ser el granero del mundo«, citando el crecimiento positivo de sus mercados de granos y carne.
La exportación se ha vuelto más atractiva para los productores de materias primas en los últimos años, ya que la devaluación del real brasileño ha hecho que sus ventas sean más competitivas fuera del país que dentro.
Las exportaciones agroalimentarias argentinas nunca habían aportado tantos dólares al país como este año. Un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), el principal mercado agropecuario del país, señala que el agro aportó 65 de cada 100 dólares exportados durante el primer semestre de 2022.
En total, en esos seis meses ingresaron al país 22 000 millones de dólares, cifra récord, por la exportación de granos, cereales y subproductos.
Pero al igual que en el resto de América Latina, la inseguridad alimentaria, la subalimentación y el hambre siguen creciendo en Argentina.
Problemas estructurales, una inflación galopante que ya alcanza 70 % interanual, una elevada concentración del mercado en la industria alimentaria y una macroeconomía débil son algunos de los factores que ayudan a explicar cómo un país con tanta riqueza en la agroindustria puede tener dificultades para alimentar a su propia población.
«Producimos alimentos para 400 millones de personas, pero parece que ninguna de ellas vive aquí, donde cada vez hay más pobres», dice Enrique Martínez, coordinador del Instituto para la Producción Popular y exdirector del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (Inti). «Es una gran paradoja».
Hogares vulnerables
Leidi Cuevas tiene 29 años, tres hijos y un marido que acaba de perder su trabajo. Vive en el suroeste de la ciudad de Rosario y, desde que comenzó la pandemia, está a cargo de un comedor comunitario que inicialmente atendía a 200 familias. Ahora proporciona comidas a más de 600.